domingo, 25 de septiembre de 2016

“MI ENCUENTRO CON CUQUI BOSCH" de Damaris Hodelín Fuentes / FINALISTA / V Concurso Caridad Pineda In Memoriam 2016






(Instituto de Segunda Enseñanza, renombrado Instituto Preuniversitario Cuqui Bosch en Santiago de Cuba. Imagen Actual)


En medio de mis años de adolescencia, cuando apenas acababan de abrirse las flores de mis 15 primaveras, me encontré frente a una de las tomas de decisiones más importantes de mi vida: ¿qué hacer al concluir 9. grado? En realidad no se trataba del qué, sino del dónde, pues tenía bastante claro que deseaba realizar los estudios preuniversitarios. 


   Una de las opciones era el Instituto Preuniversitario Vocacional de Ciencias Exactas (IPVCE) Antonio Maceo, que implicaba, según algunos, dedicar más horas al estudio por estar becada y no tener las distracciones propias de la casa, el barrio… en fin, la calle, y que me haría más independiente. El prestigio de su claustro y rigurosidad de sus exámenes, lo hacían lucir ante mí como un coloso de disciplina y responsabilidad que, sin temor a errar, ayudaría a forjarme un carácter firme y a vestirme de un conocimiento inestimable.


   Otra de las opciones era, sin dudas, un centro cuyos méritos también habían creado un precedente: el Instituto Preuniversitario Urbano Rafael María de Mendive, de cuyos predios egresó nuestro Comandante Fidel Castro, cuando aún era el Colegio Dolores; y en el cual también, profesores exigentes, habían alcanzado loables resultados de sus estudiantes en concursos a diferentes niveles.


   Por otra parte, podía escoger el Preuniversitario Urbano Cuqui Bosch, que además de quedarme cerca de casa, de sus aulas también se habían graduado insignes personalidades de nuestro país. Sin embargo, sobraba la opinión, en el pensamiento popular, de que “el Cuqui” –como se le suele decir– no era una buena alternativa, pues su ubicación en el mismo centro de Ferreiro lo convertía en blanco perfecto de distracciones; y su proximidad con los hoteles Santiago y Las Américas, le habían ganado determinada fama a sus jóvenes muchachas de cierta interacción con el turismo.


  Mientras todos estos argumentos respecto a un preuniversitario u otro, se agolpaban en mi cabeza, en medio de mi inquietante indecisión, llegó a mis manos, como regalo de mi padre, un libro cuya lectura me transportó a una importante etapa de la historia de Cuba, los años de 1948 a 1958, pero contados a través de la vida de un joven. El pequeño volumen de Ediciones Santiago, publicado en enero del 2006, hizo a su autora merecedora del Premio “Honrar héroes los hace”.



(Gladys Horruitiner Oleaga, autora del volumen CUQUI BOSCH, ALGO MÁS QUE UN DIRIGENTE ESTUDIANTIL)


   Desde el inicio el título me motivó a la lectura, pues siempre me han interesado los textos que recogen la gesta del Moncada, la pasión de los jóvenes del centenario por cumplir un ideal, o la lucha clandestina; y así, poco a poco, me fui adentrando en las páginas de Cuqui Bosch: algo más que un dirigente estudiantil, de Gladys Horruitiner Oleaga, holguinera de nacimiento y santiaguera de corazón.


    Se trata de un libro que cuenta –con un lenguaje ameno, claro y fluido– la vida de Juan Francisco Bosch Soto (Cuqui), quien nació el 26 de febrero de 1926 e ingresó al Instituto Superior de Segunda Enseñanza en 1948.La autora nos cuenta que era un joven como todos los demás: fiestero, bailador, deportista (practicaba boxeo) y jocoso. Tenía un carácter fuerte, gran fortaleza física y un vivo espíritu de lucha.


   Presidió la Asociación de Alumnos durante los cuatro años que estuvo en el Instituto y se destacó como dirigente estudiantil por su honestidad, honradez, su moral, su personalidad atractiva y su palabra llana. Mucho me cautivó la sagacidad de Gladys, narradora por excelencia, para regalarnos de página en página las hazañas del joven revolucionario, e ir describiendo –sin excesos de galanteos, sino con adjetivos justos y precisos– cómo transcurrió la corta, pero ferviente vida de este muchacho que, junto a sus actividades estudiantiles, continuaba trabajando en la carnicería de su padre para contribuir al sustento de su familia.


   Cuenta la autora que Cuqui protagonizaba huelgas, tribunas de protestas estudiantiles, desfiles para conmemorar fechas históricas y jugó un papel fundamental en el reclamo por la construcción de un nuevo edificio para el Instituto de Segunda Enseñanza, ante el eminente deterioro que tenía en 1948; y que fue construido en el sitio que actualmente ocupa, frente al Parque Ferreiro.



(CUQUI BOSCH, el héroe) 

   Su labor como dirigente estudiantil cobró más fuerza después del golpe de estado del 10 de marzo de 1952 con la confección de carteles, volantes, etc., y fue detenido en varias ocasiones por su participación en actos revolucionarios y marchas estudiantiles. Pese a las vicisitudes acaecidas por el desarrollo de la historia, el joven Juan Francisco logró terminar su bachillerato y matricular en la Universidad de Oriente. Por si fuera poco, a mitad del libro, cuando esta adolescente de 15 años comenzaba a enamorarse del joven Cuqui Bosch, Gladys nos muestra otra faceta importante de su vida: la lucha clandestina.


  ¡Más y más emocionante se volvía la lectura a medida que avanzaba! Mientras mis ojos devoraban una a una las palabras, mis manos sostenían fuertemente el libro para asegurarme de no perderme entre sus páginas sin poder regresar luego a la realidad. Es así como llego al año 1955, donde Cuqui transita de la fogosa lucha estudiantil a la callada lucha clandestina, la que conllevaba compromisos y riesgos aun mayores.


  La propia escritora refleja: “La lucha clandestina es eminentemente callada. La palabra se torna en acción, los actos de calle en ataques sorpresivos. El líder se caracteriza por la discreción, se difumina en la masa, al revés de lo que ocurre con el líder estudiantil”. Representaba para Cuqui un giro de 360º con respecto a las actividades que venía desarrollando en el bachillerato, pero la nueva tarea también la supo cumplir a cabalidad, tanto, que prácticamente no se conocía de su participación en la clandestinidad y ello aflora en este libro, lo cual nos hace agradecer a Gladys Horruitiner Oleaga su acuciosa investigación histórica y los testimonios recogidos. Uno de ellos muestra lo que dijo Augusto César Despaigne, compañero de la lucha estudiantil, respecto a Cuqui: “¿Quién dice que no luchó? ¡Lo que no descansó! Se arriesgó mucho. Un compañero como él merece nuestro respeto”.


  Juan Francisco utilizaba la camioneta de la carnicería para trasladar armas, uniformes del Movimiento 26 de Julio, bonos, volantes y otros materiales clandestinos. Realizó sabotajes como explotar transformadores para dejar a oscuras la ciudad mientras los jóvenes del movimiento se abastecían; y siempre conducía él la camioneta, con lo cual se exponía a ser reconocido y capturado. Todo ello lo hizo merecedor de la confianza de Frank País, según documenta la propia Gladys.


   Para finales del volumen deja la escritora los testimonios de muchos de sus profesores, de su madre, de amigos y compañeros del Instituto y de la lucha; pero antes, cierra su narración contándonos la captura, tortura y muerte de Cuqui Bosch, quien fue apresado el 28 de julio de 1958 y llevado al Cuartel Moncada. 


   Pese a la exquisita sensibilidad, al sublime tacto, al lenguaje sutil, y al cariño implícito con que Gladys nos cuenta estos últimos días del héroe, fue imposible dejar de estremecerme y nublar la mirada con lágrimas que dejaron huellas en las páginas del libro, ante las terribles torturas y vejaciones a que fue sometido. Descritas con las palabras precisas, lograron transmitirme lo que él sufrió, e hicieron aflorar en mi piel el orgullo y el amor por ese joven al que no le pudieron arrancar ni una sola palabra.


   Malherido, deshecho, sin que quedara apenas en su cuerpo un lugar para un golpe más, lo dejaron en una de las calles de Santiago, de donde fue llevado a un hospital. Pero su cuerpo, o lo que de él quedaba, no resistió y la vida le abandonó el día 5 de agosto; tenía solo 32 años.


  Algún tiempo ha pasado ya desde que hiciera por primera vez la lectura de Cuqui Bosch: algo más que un dirigente estudiantil y hoy encuentro, con estas páginas que escribo, mi oportunidad idónea para expresar las tantas emociones que me regaló Gladys con su libro y con su persona, pues mi padre, quien fuera su alumno en sus años de preuniversitario, y ante la dicha de tenerla en aquel momento aún viviendo en nuestra ciudad, me llevó a conocerla.


   Su hablar despacio y melodioso me cautivó; a pesar de sus años mantenía la lozanía de una niña y se mostraba ante mis ávidos ojos llena de historias y conocimientos para regalar. Promovía siempre la lectura y la creación a través de los talleres literarios y aunque hoy ya no está entre nosotros, estoy convencida que todos aquellos que la conocieron llevarán siempre consigo el grato recuerdo de su radiante personalidad y su auténtica sonrisa.


   En cuanto a mí, apenas hube terminado de leer el libro, ya tenía clara mi decisión respecto al preuniversitario en el que deseaba estudiar. No era solo una cuestión de nombre o de héroe, pues Antonio Maceo y Rafael María de Mendive son próceres a los cuales profeso también una alta estima y admiración; pero creo que –a estas alturas– ya está demás decir cuánto me enamoré de Cuqui Bosch (mi eterno joven que este año hubiese arribado a su 90 cumpleaños) y cuánto deseaba sentarme en las aulas de ese Instituto que le debe su nombre y el edificio actual donde se encuentra; un centro que cada año recibe a sus estudiantes con una insigne frase en la entrada principal: “Si no vienes a estudiar, a luchar y a pensar en Cuba, no entres”. Egresada ya del Cuqui Bosch, día tras día seguí sintiendo dentro de mí, al joven que Gladys Horruitiner me regaló, clandestino, entre las páginas de un libro.

(NOTA: Gladys Horruitiner Oleaga a quien la autora elogia en su relato, fue ganadora del I Concurso Caridad Pineda In Memoriam en la categoría de “Escritor édito” por su excelente texto” YO ME QUEDO CON TODAS ESAS COSAS” que puede leerse en:   http://laislaylaespina.blogspot.com/2012/12/yo-me-quedo-con-todas-esas-cosas-relato.html)



DATOS DE LA AUTORA / Damaris Hodelín Fuentes (Santiago de Cuba, 1992)

 
 Doctora en Medicina. Instructora no graduada en Oftalmología. Título de Oro y Premio al Mérito Científico en la graduación 2016 de la Universidad de Ciencias Médicas de Santiago de Cuba. Miembro de la Sociedad Cultural José Martí y Presidenta del Consejo Provincial de Jóvenes Plaza Martiana. Ha sido dirigente estudiantil a diferentes niveles. Llegó a ser presidenta provincial de la FEEM (Federación de Estudiantes de  Enseñanza Media) en el 2008.



--TODOS LOS PREMIOS / TODAS LAS FOTOS en:  
---GRAN PREMIO: “Las cien no soledades”: Aracely Aguiar Blanco

---“Un libro: Novelas y cuentos de Voltaire”: Federico Gabriel Rudolph (Argentina) / PREMIO CAPÍTULO INTERNACIONAL / V Concurso Caridad Pineda In Memoriam

__ “Sobre EL INGENIOSO HIDALGO DON QUIJOTE DE LA MANCHA”: Mireya Chico Díaz / PREMIO TERCERA EDAD / V Concurso Caridad Pineda In Memoriam


1 comentario:

Gladys del Monte dijo...

Mi encuentro con Cuqui Bosch es un sencillo y conmovedor testimonio de una joven que con su sensibilidad hace honor póstumo a un héroe de nuestra Ciudad y a una mujer incansable, emprendedora, heroína también, anónima...que supo dar a la luz verdades de gran relevancia para las generaciones venideras. Gracias Damaris Hodelín Fuentes por tu admiración hacia el libro, su protagonista y su autora. De todo corazón...mil gracias a nombre propio y de mi adorada madre. Gladys del Monte.