jueves, 22 de diciembre de 2011

LIBERTAD DEARRIBA: Los versos de una virgen suicida




Reinaldo Cedeño Pineda

Pudiera estar sentada frente a mí, debería estar aquí. Tendría cincuenta y ocho años. Y al final de estas palabras, recibiría un abrazo suyo. De un abrazo nació el mundo. Con sus propios labios diría, imagino: “Si pudiéramos guardar los árboles secos aquí / en el cuello”. O quizás estos versos: “Pronto llegará a germinar / en las espaldas de un horno que me consume”.

¿Cómo se escucharía su voz? ¿Cuántos libros habría publicado esta muchacha de nombre Libertad? Tengo tantas angustias, tantas preguntas, mas cada interrogante es mensaje lanzado a un mar sin costas.

Una hoz suicida arrancó su espiga cuando aún no había cumplido dieciséis años, el 25 de diciembre de 1968. Un día terrible.

Este libro ha recorrido muchos caminos, ha superado no pocos obstáculos. Tal vez no podría ser de otro modo. La historia más reciente comenzó en una conversación con Marta Mosquera acerca del mito Libertad. Siguió con una osadía. Salté casi mil kilómetros, toqué en una casa de la calle Línea en la capital cubana…

Alguien que la conocía muy de cerca leyó ante mí, tal vez la última carta que enviara la poeta adolescente. Cada letra era un latigazo. La poeta Lina de Feria acabó poniendo en nuestras manos el libro inédito de Libertad. No podía creerlo cuando abrí sus páginas en mi regreso a Santiago de Cuba.

Era “entrañable y precoz”, afirma el editor, León Estrada. Libertad “no ve la vida simple, sino el hueso de la vida”, escribe la prologuista Lina de Feria.

Pero no hay una palabra exacta para calificar una producción poética donde asomaba el genio, pero que se presenta detenida, intocable, trunca. Su metáfora inusitada, su trazo ríspido dejan perplejos al lector.

El pensamiento de Libertad Dearriba no corresponde a su edad, la había sobrepasado con creces. Las lecturas hacen vivir otras vidas. La soledad y el dolor, acrisolan. “Su lectura es una contienda infinita”, advierte el prólogo. No me resisto a dejar de incluir un fragmento de su obra…

Mi madre

es un esqueleto enfermo de esperar

mi padre se oculta en su mirada

porque él no siente aullar el tiempo

abuelo

quiere comprar un colchón de tierra

capaz de soportar su rabia por morir

tan viejo

abuela

viene caminando en la noche

absolutamente apagada

viviendo en el polvo con el epitafio

mi odio está amarillo

y nadie me responde…

(“Poema al cero”. Fragmentos)

Aunque algunos de sus versos se han publicado en una u otra fecha, como señales de una existencia, como ramas desgajadas, es la primera vez que se reúne su obra. Aquí están el libro inédito cuyo título toma de una inspiración dedicada al Che, con sus cuatro partes: “Infancia”, “Adolescencia”, “De los sofistas y su invención” y “Contra los cadalsos”; así como trece poemas sueltos.

Contra los cadalsos y otros poemas es, a primera vista, un manojo de versos; pero en verdad este libro es un grito, una resurrección. El volumen restituye a la lírica cubana una voz núbil, un espíritu sin el cual no estaría completo el cosmos poético santiaguero de los sesenta. Y no hay que escatimar orgullo en acreditárselo a Ediciones Caserón de la UNEAC en Santiago de Cuba, que se gasta el lujo de incluir fragmentos de versos del puño y letra de la autora.

“Cuando noche y día descansen en una sola taza / yo vendré”, escribió en el poema Uniendo el espacio. Esta es la hora, Libertad. La tuya. La hora en que nos bebemos el alba y las tinieblas. La hora de que vuelvas, que estés aquí. La hora de que vueles libre, por fin, libre en tu ciudad. Libre de todos los olvidos.

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